Columna de opinión de la gerente general de Clínica Imet, Nicole Torres, publicada en el diario El Pingüino.
En 1936, en su película “Tiempos Modernos”, Charles Chaplin realizaba una lúcida crítica a la explotación desmedida del ser humano que, producto de la industrialización, termina enajenado y convirtiéndose en una pieza más -lo muestra de forma literal-, del enorme engranaje de la producción en cadena.
En la tercera década del siglo XXI, y pese a los avances en temas de derechos laborales e individuales, pareciera que la precarización laboral es aún mayor que hace 80 años y tal como el personaje de “Tiempos Modernos”, muchos terminan perdiendo la razón producto del frenético ritmo laboral.
Es lo que el filósofo surcoreano, Byung Chul Han, describe como la sociedad del cansancio o la sociedad del rendimiento. «Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica que culmina en el síndrome del trabajador quemado (burnout)”, decía hace un lustro en una charla en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Este síndrome del que hablaba el profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, es lo que muchos están padeciendo producto del estrés que obedece a diversos factores (post pandemia, exceso de carga laboral, etc) y que deja a las personas en un estado de agotamiento físico y mental que puede prolongarse en el tiempo y alterar su personalidad y autoestima.
Los estándares de vida actuales están afectando la salud mental de las personas y no pocas están padeciendo síndromes que dificultan la realización de quehaceres habituales, producto del estilo de vida que no permite tomarse una pausa para descansar, reflexionar o simplemente hacer nada. Así las cosas, las vacaciones son el período de tiempo que nos permite disponernos para recargar energías después de un duro año de trabajo; sin embargo, el mismo estilo de vida que acostumbramos llevar, frenético y poco saludable, puede ser una piedra de tope para lograr este objetivo.
Estudios han señalado que la ansiedad y la depresión son precursores de condiciones físicas crónicas como el asma, la diabetes y las enfermedades del corazón, por lo que mantener estos males a raya es una forma de cortar ese círculo vicioso. En ese sentido, una investigación determinó que los espacios azules, ya sea en una ciudad o en la naturaleza, es una vía indirecta para el aumento de la actividad física, lo que va asociado con una mejor salud. Estos espacios también ofrecen oportunidades para la interacción social, lo que a su vez mejora el estado de ánimo de las personas y, por ende, ayuda a tener una mejora en la salud mental. Adicionalmente, este estudio concluyó que el aumento de las interacciones sociales mejora la cohesión de la comunidad y se ha asociado con menores tasas de suicidio, menor temor a la delincuencia y mejor salud física.
El llamado entonces es a descansar, a liberarnos de tensiones, aprovechar las vacaciones para hacer todo lo que no se pudo en el año y dejar de apretar la tuerca (muchas veces mental) en la maquinaria para evitar terminar siendo parte del engranaje, tal como le ocurrió al personaje de Charles Chaplin.